© 2004 Grabaciones MusiFe. Todos Los Derechos Reservados.


    Lo que quisiera hacer...
    y lo que hago

    La mayoría de los hombres, sabemos muy bien lo que es sentir una atracción fuerte hacia una mujer bella y sensual. Por muy
    cristianos y despistados que seamos, una mujer provocativa no pasara desapercibida frente a nosotros. Y esto ha provocado
    que algunos hombres de Dios, se frustren al ver que por más que luchen y venzan a las tentaciones, estas vuelven una y otra vez.

    Por eso, es importante entender que, una cosa es la tentación (lo que quisiera hacer) y otra es caer en ella (lo que hago). Vea
    usted; los hombres estamos hechos de Espíritu, Alma y Cuerpo.

    El espíritu, es la vida que tenemos, la cual no se puede ver ni tocar; y es el medio perfecto por el cual podemos hablar y escuchar
    a Dios. El Alma, es de donde salen y habitan nuestros pensamientos y sentimientos. Y el Cuerpo, es la materia que nos permite
    sentir frío, dolor y esas atracciones de las cuales estamos hablando.

    Cuando reconocemos que Jesús es el Hijo de Dios y lo confesamos como El Señor de nuestra vida. El nos hace nacer de nuevo
    con el poder de Su Espíritu Santo, y El Espíritu de Dios viene a morar dentro de nosotros. Y según la ministración que hayamos
    recibido en ese encuentro con Dios, El pudo haber sanado o no las heridas de nuestra alma (odios, rencores, maldiciones, etc.).

    A partir de allí, somos hombres y mujeres espiritualmente nuevos. Sin embargo, el cuerpo (la carne) sigue siendo el mismo; de
    humano. Por eso Pablo escribió en su carta a los Romanos: “pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de
    mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿Quién me librara de este
    cuerpo de muerte?”

    El cuerpo del hombre, por naturaleza e instinto es atraído hacia el cuerpo de una mujer y eso es en gran manera inevitable. Pero
    lo que si podemos evitar, es como vamos a reaccionar frente a esa tentación.

    Porque la carne me puede pedir placer, pero según el caso, mi alma me dirá que esa mujer no me pertenece y El Espíritu de
    Dios que mora en mi, le dirá a mi espíritu que eso es pecado, que ni voltee a ver esa mujer porque entonces, puede suceder
    que la desee en mi corazón y si eso sucede… ya habré pecado contra Dios.

    Conclusión, no puedo evitar ser tentado, eso es natural. Lo que si puedo evitar, es reaccionar mal ante las tentaciones. Las
    muchachas coquetas, seductoras y algunas incluso inconscientes, andan por todas partes como desesperadas y confundidas
    buscando llamar la atención. Pero dependerá de nosotros y no de ellas, la reacción que tomemos.

    Y ahí Dios si nos ha bendecido, porque nos ha dado un alma, que obedeciéndole a El puede permanecer pura; y nos ha dado
    las fuerzas de Su Espíritu, las cuales haremos bien en utilizar. En otras palabras, podemos ser tentados, pero no derrotados.

    Hay personas que al ser vencidas por las tentaciones, citan al mismo Pablo con: ¡Miserable de mí! ¿Quién me librara de este
    cuerpo de muerte?” y olvidan leer lo que dice 2 versos después: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en
    Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” y en 2 Timoteo 1:7 “Porque no nos ha dado Dios
    espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”.


    Escrito por:
    Melvin Chacón
    Instructor de Noviazgo y Sexualidad
    Por el Instituto de Lideres Integrales.
    Miembro de Iglesia del Nazareno en Panorama City.
    (818) 904-0398
    melvin.chacon@musife.com