Pocas cosas me
    emocionaban tanto en la
    escuela, como cuando
    anunciaban el esperado viaje
    a “Esquilandia”; en aquellos
    años, el mejor parque de
    diversiones en Guatemala.
    Carros chocones, Camas
    elásticas, Montaña rusa, El
    resbaladero gigante (que
    alto se me hacia), algodones,
    manzanas con miel, elotes
    locos, etc.

    Aunque casi siempre la
    primera respuesta de mi
    mamá era: “¿y con que
    dinero los voy a mandar?”
    Con el pasar de los días iba
    cambiando:
“Si no se portan bien, no les voy a dar para que vayan a Esquilandia” y por ultimo “Aquí esta el
dinero para la entrada y unos centavitos extra, para que se compren aunque sea una bolsa de
mango y un helado”

No sé como conseguía el dinero, no sé qué dejaba de comprar. El caso es que, gracias a Dios y a
ella, siempre pudimos ir a ese paseo. La biblia dice que “todo tiene su tiempo” y que “hay tiempo
para reír”. A pesar de que con mis hermanos vimos llorar muchas veces a mi mamá y muchas otras
lloramos con ella, ella se esforzó por darnos alegrías, por cumplir algunos de los sueños de
diversión que, normalmente tenemos los niños.

Llore desgarradora y profundamente, cuando un avión la arranco de mi lado, el día que ella vino a
trabajar a Estados Unidos en la costura. Salte de emoción y alegría cuando casi un año después
regresó y traía consigo cajas con “ropa de Estados Unidos”, tenis, una maquina de poporopos
(palomitas), una video casetera, etc. Un evento que se repitió por tres veces, las mismas que
nunca regreso con las manos vacías.

Después de sus viajes, nos contaba las experiencias de sus trabajos y como hacia todo lo posible
para ahorrar y así poder comprarnos lo que le pedíamos y, al mismo tiempo mandarnos dinero
para la comida. Ella se iba en bus al trabajo, pero como en las tardes ya no tenia nada que hacer,
se regresaba a donde vivía caminando “me ahorraba $1.25, con lo que me compraba un helado de
$0.25 y me quedaba un dólar para comprar algo de la $0.99 store”

Con mucha frecuencia, los hijos olvidamos todo lo que nuestra madre hizo por nosotros y, aunque
no nos esta cobrando, es importante que nos tomemos un tiempo para devolver un poco de
tiempo, de alegría, de dinero, de ropa, un momento de diversión, como el que ella nos brindara en
nuestra infancia.  Te invito mi amigo a que, aunque sea por una vez, hagas a un lado esa agenda
tan ocupada e “importante” y le dediques un día y toda tu atención, a ese ser tan especial. Un día
que quede grabado en su corazón y el tuyo, como “un día para mi madre”.

Yo estuve a punto de perderme uno, hace algunos meses. Mi mamá estaba de vacaciones por
California. Pasó unos días conmigo y otros con mi hermana. Pero ambos teníamos nuestras
ocupaciones de costumbre, los asuntos que urgen y creemos que “no podemos dejar para
después”. Aunque pude organizar un viaje a Las Vegas y conocer las cosas “sanas” de ese lugar,
lo hice también con mi esposa e hijas. Así que no pude dedicarle un tiempo exclusivo a mi madre.

Algo en mi interior me hizo preguntarme: ¿Cómo te gustaría que te atendieran tus hijas, cuando
seas grande y vayas a visitarlas…? La respuesta me hizo tomar una decisión: Ignorar por un día
los proyectos, trabajos, llamadas, en fin, todos los pendientes, para tratar a mi madre como a una
princesa, aunque fuera solo por un día.

Así que la llame por teléfono y le dije que se preparara, porque la iba a llevar a Disneylandia, un
lugar que ella nunca había visitado, porque cuando estuvo en California, nunca pensó en
divertirse, ella dice que no era capaz de visitar un parque de diversiones, sabiendo que sus hijos
no disfrutarían con ella.

Llegue a la hora acordada y ella me esperaba con la emoción y sonrisa, de un niño que esta a
punto de recibir un premio. Llegamos al parque y nos divertimos como nunca antes: Subimos a
juegos extremos, gritamos, corrimos, reímos, caminamos, comimos, vimos “shows” y luces
espectaculares… El comportamiento de mi mamá, fue casi el de una niña. Pedía, opinaba,
preguntaba y reía. Y yo lo disfrute todo.

Mientras mi mamá observaba el desfile, yo la observaba a ella. Parecía que hacia solo un
momento, el emocionado era yo camino a Esquilandia, yo quien dependía de ella y ahora, la vida
me daba el privilegio de devolverle un poco de “fantasía”, un poco de diversión en un mundo tan
cruel.

Mi mamá soltó una gran sonrisa y los ojos se le llenaron de lágrimas cuando aparecieron las
“Princesas”. Me dijo: “Quien iba a creer mijo, que las iba a conocer en persona, si la primera vez
que las vi, fue en un televisor a blanco y negro; tómales fotos por favor, apurate…”

Ella se regreso a los pocos días a Guatemala y les ha contado a todas sus amigas lo que su hijo…
hizo por ella. Yo no creo que haya hecho suficiente, no más de lo que ella ha hecho por mí, pero
como ella lo ha hecho sin esperar nada a cambio, percibe mis atenciones como especiales… En la
distancia ¡Feliz día de las madres! madre linda. Y al contrario, gracias a ti por todo tu amor y todo
lo que me has dado.


Escrito por Melvin Chacón
Un día para mi madre
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