No me refiero a las personas que “alquilan” a su
    pareja, ni a los casados que compran placer en la
    calle. Sino a quienes practican la “compra y venta” en
    el hogar. 2 Ejemplos:

    Rosaura tiene 35 años, es ama de casa y el deseo de
    tener intimidad con su esposo aumentó con los años;
    mientras que el de su esposo ha menguado. Ella viste
    provocativa, usa perfumes pero nada parece motivar a
    su galán. El se excusa diciendo que viene cansado del
    trabajo, que lo deje dormir. Pero él recuerda que
    quiere hacer un viaje y empieza la negociación.
    Finalmente ella le da “permiso” y él la recompensa con
    un momento de placer. Ella sabe que pago
un precio, el que vendió su cuerpo, pero “así son las reglas del juego”.

En otra casa, el esposo es más joven; a penas cumplió 23 años y su potencia sexual esta en su
máxima expresión… Desea estar con su esposa todos los días y a todas horas. Pero ella, joven de
a penas 20 años, aun no termina de comprender las diferencias hormonales entre un hombre y
una mujer. Para complicar el asunto, el sufre de eyaculación precoz, por lo tanto, la mayoría de las
veces no satisface a su compañera. Así que ella lo evita lo más que puede: Un día le “duele” la
cabeza, otro la espalda, otro se duerme temprano o esta en su periodo… Pero el cambio de
temporada le “favorece” al joven y el Mall pone en especial el vestido de moda. El se lo compra y
entonces ella deja que el sacie sus instintos.

Son muchos y variados los casos, pero la esencia es la misma: “Si me das lo que quiero, te doy lo
que quieres”: Prostitución en el matrimonio. Ante este problema polémico y egoísta, es bueno
saber que La Palabra de Dios, La Biblia, tiene una buena respuesta para todo: “El marido cumpla
con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido” 1 Corintios 7:3

Aunque estemos viviendo tiempos de “autoservicio”, cumplir con el cónyuge, va mucho más allá de
“despachar” una necesidad fisiológica. Cumplir tiene que ver con tiempo, buena atención, actitud y
voluntad. Las relaciones íntimas en el matrimonio, no deben ser una comida rápida, un premio, una
recompensa o un pago; sino un momento de entrega incondicional. Cumplir es satisfacer y quedar
satisfecho. Planear, tomar la iniciativa, acariciar, sentir, disfrutar y provocar. Vivir un momento de
entrega. Es llegar a la cama temprano, con alegría y energía. Es darle prioridad al momento en
que se hacen una sola carne.

Pocas cosas unen tanto un matrimonio, como un encuentro intimo de pasión y entrega mutua. No
rebajes nunca tu persona vendiendo tu intimidad. No maltrates uno de los regalos más bellos que
Dios le ha dado al ser humano. Si tú pareja o tú tienen disfunciones sexuales, o nunca has podido
disfrutar a plenitud ese encuentro; busca ayuda profesional y no te resignes a una vida intima
insatisfecha, porque la plenitud en el matrimonio, es parte del plan de Dios.
Cumplir tiene que ver con regalar rosas, hacer masajes y llenar los oídos de palabras amorosas.
Querido lector. Cumple tu parte con amor, nunca le pongas precio a tu intimidad, porque las
ventas solo se hacen en los mercados y en ellos la competencia siempre da más por menos… Si
tratas a tu cónyuge como a un cliente, tarde o temprano la competencia te lo puede ganar.

Escrito por: Melvin Chacón
Prostitución en el Matrimonio
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