Recientemente fui invitado a
    predicar a una campaña de
    niños. Pensé que era una
    buena oportunidad para que
    mis hijas (9 y 10 años)
    escucharan algo sobre “los
    hermanos no deben pelear”,
    pero lo que el Señor me dio
    para predicar fue muy
    diferente. El Señor nos dijo a
    los adultos “De cierto os
    digo, que si no os volvéis y
    os hacéis como niños, no
    entraréis en el reino de los
    cielos” Mateo 18:3 y también
    “Dejad a los niños venir a mí,
    y no se lo impidáis;

porque de los tales es el reino de los cielos” Mateo 19:14 ¿Por qué los niños son tan especiales?
He aquí algunas respuestas:

1.        Los niños dependen totalmente de sus padres. No se preocupan por quien pagara la renta
o comprara la comida, pero a los adultos Jesús tiene que decirnos: No os afanéis por qué habréis
de comer o vestir…

2.        Los niños confían en sus padres, cuando ellos les dicen: No te preocupes, todo va a estar
bien. Pero los adultos preguntamos: Eres tu el que había de venir o hemos de esperar a otro…
aun cuando anteriormente ya dijimos que era El.

3.        Los niños quieren pasar tiempo con sus padres, ir al parque, jugar escondite, etc. Pero
muchos adultos no quieren orar o leer la Biblia.

4.        Los niños oran, saben que Dios los escucha y responde. Con pesar recordé que mi fe era
más grande de niño. En una ocasión, se descompuso un amplificador de sonido, que le servia a mi
abuelo para trabajar en las ferias. A causa de esto, el fin de semana seria un fracaso. Pero ore a
Dios, no una oración ordenada y profesional… no en el nombre de Jesús, porque “no sabia” orar.
Pero le pedí que por favor arreglara ese asunto y acto seguido dije: “Eso ya funciona” fui donde mi
abuelo “Abuelo, encienda el aparato porque ya funciona”

El estaba incrédulo, pero como le hable con autoridad, lo prendió y funciono a la perfección. Yo
por mi parte, no dije gloria a Dios, porque aun no había aprendido… pero en su lugar dije: “¡Dios
triunfo, Dios triunfo!”

Hoy, he hecho oraciones, declarando sanidad y con un ojo abierto… para ver que pasa… Gracias
a Dios si he visto milagros, a pesar de mi fe de adulto.

5.        Los niños no olvidan las promesas de sus
padres. Especialmente si es… lo que sea. Ya una
bicicleta o una tarde en el parque. Pero a los
adultos Jesús tiene que recordarnos constante-
mente “En la casa de mi Padre, muchas moradas
hay…”

6.        Los niños son sinceros. Un niño que ha
asistido a la iglesia casi todos los días y a la
fuerza le dijo a su mamá: “Otra vez culto, pero si
fuimos en la mañana, me aburro…” Pero he
conocido adultos que han dicho: que bonito
estuvo, seguro que voy a regresar…” Y ya nunca
se les vuelve a ver.

7.        Los niños se pelean, pero se perdonan fácilmente. Se la pasan jugando y peleando todo el
día, pero “el sol no se pone sobre su enojo” ellos “se enojan pero no por ello pecan” Los adultos
talvez no pelean tanto, pero cuando lo hacen, hasta llegan al divorcio…

8.        A los niños no les importa quien tiene la razón o la culpa, ellos solo quieren ver a sus
padres juntos. Los adultos, podemos tener el orgullo de acero, “hasta que ella me pida perdón…”

9.        Los niños expresan su amor sin miedo o complejos. Una vez, unos amigos hicieron una
fiesta en la cual hubo cervezas, música y baile. Como estaban frente a mi apartamento, dije que
iría solo unos minutos, para no quedar mal… Mi actitud supongo que fue bastante parecida a la de
un fariseo. Al poco rato entro mi hija, en aquellos días de unos 5 o 6 años y, en cuanto vio a la
esposa de mi amigo con una cerveza en la mano, corrió, se la quito y le dijo con lagrimas en los
ojos, no tomes esto, te puedes morir, por tomar eso se murió el abuelito de mi papa… Yo había
guardado silencio, por “respetar” ella abrió su boquita, por amor.

10.        Los niños, son los mismos, estén donde estén. Mientras predicaba, señale a un niño muy
pequeño, que estaba acostado en una banca y con la cabeza colgando… “Ese niño que ustedes
ven ahí, no guarda apariencias. El se comporta igual si esta en la iglesia, en el parque o en su
casa. Pero muchos adultos ponemos una linda cara en la iglesia y otra muy fea en nuestra casa.
Le tenemos más “respeto” al pastor que a Dios, porque creemos que con comportarnos de una
forma con el, ya estamos bien y olvidamos que Dios mismo nos observa todo el tiempo y que es a
El, a quien debemos de agradar en primer lugar.

No estoy diciendo que no hay que disciplinar a los hijos, claro que si. Pero debemos tener
humildad, para aprender de ellos y no echarlos a perder con nuestras “enseñanzas”.

Gracias hijas, por su amor incondicional y por recordarme que las grandes lecciones de la vida,
vienen de personas pequeñas.



Escrito por Melvin Chacón
Aprendiendo de los Niños
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